miren lo que escribio el heraldo
¡Ayyy... Zurdo!
Por Claudia Aguilar Ramírez
Se le vio caminando de un lado a otro en forma desesperante. Agitó los brazos, se pavoneó más que nunca, se movió de aquí para allá. Era lógico, jugaba ante Boca Juniors y su acostumbrado show histriónico debía tener más rating de lo normal. Pero cómo no, si el juego fue transmitido por los canales locales e internacionales.
Llamó a su asistente, llamó al preparador físico, pero nada. El «Zurdo» siguió ahí en la raya impotente. Viendo cómo Boca le nublaba las ideas, observando cómo Ricardo Aparicio se arrastraba y admirando cómo Rodrigo Palacio descontaba parta el 3-2.
Siguió ahí, inerte. Analizando que se invertían los papeles y de dominador Junior pasaba a ser dominado. Pensando en detener el cronómetro y mirando cómo el tiempo corría sin parar y los jugadores del banco rojiblanco se cansaban... pero de verlo incapaz de hacer un cambio efectivo al momento indicado.
Gesticuló sin parar, de nuevo hizo un llamado y cuando todo el mundo pensó que por fin se le prendían las luces y llamaba a uno de los futbolistas que debió fundirse en el banco de tanto calentar, la decepción fue enorme, pues su grito histérico era para el kinesiólogo del equipo. Al «Zurdo» le dio sed y sólo quería agua, no más.
Luego, a los 40 minutos del segundo tiempo –a los 25 entró Teixeira porque Arzuaga pidió la sustitución- pareció convertirse en un ser lúcido. Miguel Angel López nos hizo creer que efectuaría un cambio inteligente. Uyhh lo dije muy rápido porque no lo fue tanto. «¡Mirá que faltaban cinco minutos, ché!»
Y comenzó la debacle. Y el sueño de dormir tranquilos una semana empezó a desmoronarse gracias al «Zurdo». Ingresó Quintero por Racero, que sin ser la maravilla estaba mejor que Aparicio, que metió y puso hasta un pasegol -el segundo que anotó Arzuaga- y le puso ganas y la garra charrúa, pero se cansó en el complemento.
Lo del volante uruguayo era obvio, jugó 90 minutos el domingo ante Nacional y terminó muerto anoche en la cancha ante los ojos de todo el mundo, menos ante los del «Zurdo». Aparicio no podía más. Hasta su inagotable entrega dijo basta y Junior perdió marca en el mediocampo.
Las 26 mil personas gritaban, ya no cantaban. Imploraban y suplicaban, ni siquiera lo insultaban con tal de que escuchara la voz del pueblo, pero su terquedad o quizás su sapiencia pudo más; y Boca terminó empatando 3-3.
Gracias Miguel Angel por su sabiduría, pero creo que ya es demasiado. Por más que lo intente no podrá convencer a sus verdaderos jueces actorales: los hinchas del Junior de Barranquilla.
Esos que lo calificaron por 18 fechas durante el campeonato local que terminó y de los cuales no obtuvo ni una «A», y Junior por algo fue eliminado. Esos que lo vienen reprobando desde que tuvo la loca idea de dirigir y arrancar precisamente esa tarea difícil, loable y heroica con el cuadro tiburón. Esos que le agradecen que haya traído la quinta estrella al escudo juniorista tras tantos años en vano y que anoche tiraron la toalla arropándose con la frustración.
Que todavía Junior está vivo, es cierto. Pero que el adiestrador gaucho se olvidó del partidazo que su equipo jugó en el primer tiempo, también es verdad. Cuando era más que Boca, cuando ganaba 3-1 de forma convincente. Cuando el público enloquecía con la magia de Omar Pérez y el desequilibrio y la potencia de Arzuaga, se repitió la historia.
Nos quedamos de nuevo con las ganas de festejar una victoria ante un grande. Lo peor de todo es que la igualdad se hubiera podido evitar. Ayyy Zurdo, hasta cuándo...